sábado, 22 de enero de 2011

Exigente

Camila sigue pidiendo historias e historias cada día. A veces mientras come, a veces mientras caminamos por la calle, a veces en la cama. Y sigue teniendo algunas preferidas, pero en general no quiere repeticiones.

Últimamente está muy exigente, desde el comienzo aclara "que sea larga", y cuando uno se inventa un final que a ella le parece insuficiente, dice: "más larga", y hay que prolongarla con alguna nueva aventura. Ya pasaba que desde el comienzo ella establecía los protagonistas: "Cuéntame una historia de una tortuga y un pajarito", planteando a veces verdaderos retos a la imaginación, pero lo que sí es una novedad es que ahora mete la cucharada en medio de los cuentos y los sabotea. A veces nos mantenemos firmes y le insistimos en que nos deje contar la historia como es (la Iaia le dice, por ejemplo, que ella conoció a los protagonistas y que así se la contaron), pero casi siempre cedemos a sus intervenciones, y hay que confesar que en ocasiones los nuevos giros mejoran el resultado. Un par de ejemplos:

El otro día, mientras comíamos, la mamá le contaba la historia de tres arroces que eran amiguitos y uno de ellos decidía ponerse sus botas nuevas y salir a dar un paseo. Camila intervino: "Los arroces no tienen botas porque no tienen pies". La mamá preguntó: "¿y entonces cómo salen a pasear?". Su respuesta fue: "Le piden a la luna que los lleve volando".

O anoche mismo, que Camila estaba con fiebre y la mamá le contaba la historia de un pingüino que iba en tren a visitar a su abuelita, que cumplía años.
-Con su mamá y su papá -añadió Camila.
-Vale, con su mamá y su papá. Y entonces vio por la ventana una gaviota...
-No, una montaña.
-De acuerdo, una montaña. Era una montaña con la punta nevada y le dieron muchas ganas de subir hasta la cima, pues le encantaba la nieve. Le propuso a sus papás que fueran hasta allí y ellos le dijeron que era una buena idea. Entonces se bajaron en la siguiente estación y fueron a comprar algunas cosas para la subida, pues el camino era largo. Compraron agua...
-Y zumo, y galletas.
-Claro, y zumo y galletas. Y cuando comenzaron a subir la montaña, se encontraron con un señor que...
-No, no era un señor, era un erizo.
-De acuerdo, un erizo. Pues se encontraron con un erizo que les advirtió que arriba hacía mucho frío y que tenían que ir bien abrigados.
-Y que había murciélagos...
...

El hecho es que la pobre abuelita se quedó sin fiesta de cumpleaños pero el pingüino y sus papás, acompañados por el erizo, que se pegó al paseo, terminaron teniendo una aventura increíble, durmiendo en una cueva y comiendo gusanos. Y es que la de anoche fue de las "muy largas".

2 comentarios:

Renée dijo...

jojojojojo Qué divertido!!!

ABUELITA TATA dijo...

Que imaginación y creatividad maravillosa. Serán los padres de esta preciosa chiquitina ............lectores, escritores????
Papás a recolectar todas sus historias.