Después de casi un año de cuidados, después de que habíamos conseguido que una nueva generación de gusanitos de seda comenzara un nuevo ciclo, después de que habíamos logrado que unos cincuenta gusanos prosperaran y comenzaran a crecer gracias a las hojas de morera frescas que les dábamos cada día, unas miserables hormigas se metieron a la caja de cartón en la que vivían y se los comieron todos, absolutamente todos. Fue como si hubieran desaparecido por arte de magia, sin dejar rastro.
La familia al completo se puso muy triste, pero obviamente la más afectada fue Camila, que cuando se enteró estuvo un buen rato llorando desconsolada sin entender por qué.
Definitivamente es el primer duelo que ha tenido que pasar. Camila se puso triste cuando se enteró de que Viruta en realidad se había muerto, y todavía la recuerda con nostalgia y le gusta verla en fotos, pero esto de los gusanos ha sido diferente, y aunque le explicamos que la naturaleza es así (the Darwin way of life), que los gatos comen ratones y las hormigas gusanos (entre otras cosas), la sensación de injusticia no será fácil de olvidar.
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